SUELTA LA SOGA…
SUELTA
LA SOGA…
Cuentan que un alpinista se preparó durante
varios años para conquistar el Aconcagua. Su desesperación por la proeza era
tal que, conociendo todos los riesgos, inició su travesía sin compañeros, en busca
de la gloria sólo para él. En su terquedad subió la montaña sin descansar
porque pretendía llegar a la cima el mismo día. Empezó a subir y el día fue
avanzando, se fue haciendo tarde y más tarde, y no se preparó para acampar,
sino que decidió seguir subiendo para llegar a la cima ese mismo día. Pronto
oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña y ya no se
podía ver absolutamente nada. Subiendo por un acantilado, a unos cien
metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad
vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma
oscuridad y tenía la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo...y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos
los gratos y no tan gratos momentos de su vida, pensaba que iba a morir, pero
de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos… En esos
momentos de quietud, suspendido por los aires sin ver absolutamente nada en
medio de la terrible oscuridad, no le quedo más que gritar: "¡Ayúdame Dios
mío, ayúdame Dios mío!". De repente una voz grave y profunda de los cielos
le contestó: "¿Qué quieres que haga?" Él respondió:
"Sálvame, Dios mío". Dios le preguntó: "¿Realmente crees
que yo te puedo salvar?" "Por supuesto, Dios mío", respondió. "Entonces,
corta la cuerda que te sostiene", dijo Dios. Siguió un momento de silencio
y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y se puso a pensar sobre la
propuesta de Dios... Al día siguiente, el equipo de rescate que llegó en
su búsqueda, lo encontró muerto, congelado, agarrado con fuerza, con las dos
manos a la cuerda, colgado a sólo DOS METROS DEL SUELO... El alpinista no
fue capaz de cortar la cuerda y simplemente confiar en Dios.
La confianza es uno de los valores fundamentales
en los pilares de nuestras vidas y sus relaciones. En primer término, la
confianza es intrínseca, lo que quiere decir que la primera relación de
confianza debe nacer con nosotros mismos. Esto nos obliga a conocernos y saber
de nuestras potencialidades para estar seguros de poder abordar nuestros retos
de manera segura. Saber quiénes somos y de qué somos capaces nos ayudará a
entendernos mejor, ya que de este análisis de nuestras cualidades aprenderemos
a reconocer aspectos donde no somos tan diestros y necesitamos el apoyo y la
colaboración de otros. Aquí nace el vínculo de la confianza hacia los otros.
Muchas veces somos soberbios y arrogantes porque
pensamos que estamos en capacidad de solucionar nuestros problemas sólo con los
recursos que poseemos. Lo vemos en padres dominantes y controladores que creen
saber todas las respuestas a las preocupaciones de sus hijos, en jefes
engolosinados con el poder que no oyen recomendaciones y sugerencias de sus
colaboradores por creerse dueños de la verdad, en hijos despectivos y altivos
que no entienden que sus padres tienen algo de experiencia que puede beneficiarlos,
en empresarios humillantes y ofensivos con sus empleados, que solo infunden
miedo y terror en sus trabajadores y que no confían en nadie, pese a poder
tener experiencias positivas.
Debemos aprender a confiar. El ser humano por
esencia es sociable y necesita de los otros para sobrevivir. No podemos ni
sabemos resolverlo todo de manera individual. Nuestras acciones siempre
impactan a otros. Las relaciones deben basarse en el respeto y la confianza. Dios
pone a otros en nuestros caminos para que nos sirvan de apoyo.
Con tranquilidad…suéltate de la soga y déjate
ayudar.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
arnaldogarciap.blogspot.com
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