POBRE DE LOS OTROS…

POBRE DE LOS OTROS…

Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte.
Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron las gafas en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo:
– El marco es completamente inadecuado para el cuadro. – El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. – En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. – Es una falta de respeto.
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: – Querido, – ¡estás mirando un espejo!

Muchas veces nuestra arrogancia y soberbia nos impiden ver más que la propia miopía.

Los seres humanos somos complicados. No por naturaleza o genética, sino por la manera como nos comportamos con los otros, producto de nuestras crianzas y aprendizajes sociales. Muchas veces somos nosotros mismos los que construimos murallas en nuestras relaciones y en ocasiones es producto de nuestra arrogancia. En un mundo lleno de desigualdades, muchos pretenden sacar provecho de alguna ventaja que posean o que imaginan tener (mejores recursos económicos, posiciones sociales, atributos físicos, etc.), presumiéndola de manera jactanciosa, despreciando a los que no las posean y creando una barrera relacional.
Se llama arrogante a una persona que carece de humildad, o que se siente o se cree superior a los demás. Es un adjetivo usado para expresar una característica negativa o un defecto de la personalidad de un individuo. En internet encontramos que la palabra etimológicamente viene de Arrogare, en latín, que quiere decir apropiarse y de ahí el verbo arrogar. Arrogante es alguien que toma honores o exagera de sus facultades mentales.

Para ser arrogante no hace falta tener con qué. Conozco personas que lo son, tan solo con imaginarse o creerse mejor que los demás. En esta cultura de antivalores que vivimos actualmente, estamos permanentemente expuestos a la arrogancia. Ejemplos nos sobran; como cuando escuchas a los dirigentes del gobierno decir que “todo está normal” o que “somos potencia en salud pública”, o cuando nuestro presidente se burla irónicamente de la gente repitiendo que no existe crisis económica o los negociadores del lado del gobierno que comienzan su proceso con una descalificación de los otros. Estos son evidentes ejemplos de arrogancia de alguien que exagera lo que no tiene.

Debemos combatir ese antivalor. Somos más poderosos con nuestra humildad y modestia. No tiene nada que ver con dejar de reconocer nuestras bondades y potenciar nuestra autoestima. Lo importante es que reconozcamos quienes somos y si tenemos competencias o cualidades mayores que las otras personas, no nos apalanquemos sobre ellos, sino que con estas fortalezas ayudemos al resto a crecer y prosperar. Aprovechemos nuestras bondades en función colectiva y pensemos en un desarrollo de todos, como parte de nuestra misión en la vida.

“Grande es aquel que para brillar no necesita apagar la luz de los demás” Anónimo.

Saludos

Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
arnaldogarciap.blogspot.com





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