SEÑOR… DEME ALGO
SEÑOR…
DEME ALGO
Son como hormigas, se les
encuentra en grupos en diferentes lugares: Los semáforos, las estaciones de
servicio, las farmacias, los supermercados y por supuesto, los sitios de
comida. Han proliferado con el aumento de esta crisis por todos lados. Hombres
y mujeres, de escasos recursos, buscan a través de la ayuda del otro, paliar
sus necesidades básicas a través del auxilio.
No quiero entrar en honduras
sobre las razones de ello. Definitivamente hay un tema de Estado, a través de los
gobiernos de turno, producto de la poca o nula formación que disminuye las
opciones de la gente, al no “conocer” herramientas diferentes por falta de
educación. También podríamos acusar a una falta de motivación y deseo
individual de superación, que los hace inertes ante sus situaciones y se
conforman con las dádivas. Creo que existen muchos factores.
Esta situación de mendicidad
y pobreza es inaceptable para cualquier país, y mucho menos para uno que cuente
con excelentes recursos naturales que generan riquezas incalculables. Esta
pobreza crítica, que va en aumento, lleva la situación a incorporar elementos
nunca antes visto en nuestro país. Es allí cuando entra en escena el montaje más
dramático y perverso que jamás habíamos visto, como lo es la mendicidad
infantil. Desde hace ya un tiempo, una oleada de niños en condiciones de indigencia
se han apoderado de las ciudades. Es doloroso ver, como cada día, aumentan los
menores en situación de abandono. No se trata solo de adolescentes. Estamos
hablando de niños muy pequeños, criaturas de edades entre 5 y 7 años, que viven
solos en la calle. O en lo mejor de los casos, en manadas donde se protegen
como familia, en busca de comida.
Niños que deberían estar
protegidos en sus casas, bajo el calor de una familia, pensando solo en
despertar sus sueños de futuro, tienen que enfrentarse a una dura realidad no
apta para ellos. Solos y desprotegidos, deben asumir su responsabilidad de vida
sin ningún elemento que los apoye, y viviendo la vida bajo un sentido de
grandes distorsiones. Las preguntas que podríamos hacernos es: sobrevivirán a
esa experiencia? Que quedará de ese ser humano, cuando una vez curtido por las
tragedias, se haga hombre?
Entendemos que existen
muchos responsables de esta tragedia. Desde un Gobierno demagogo que solo
utiliza la promesa de cambio como una consigna. Que prometió desaparecer este
flagelo y convertir edificios gubernamentales en guarderías para niños
desprotegidos y solo ha provocado su incremento, hasta padres irresponsables
que abandonan a sus hijos sin importarles su destino inmediato. Estos son responsables
y debemos demandarles soluciones.
Pero mientras esto ocurre,
el problema nos sobrepasa a todos y nos obliga a buscar fórmulas en conjunto. Debemos
entre nosotros despertar la Compasión.
Existen organizaciones y personas que dan su tiempo y esfuerzo para apoyarlos.
Tenemos el deber de colaborar. Compartir lo que tenemos. Revisar ropa, comida,
utensilios que ya no utilicemos y donarlo a esas instituciones. Siempre tenemos
algo que podemos dar.
Otra vía es el aporte
directo. Recuerdo a una gran amiga, psicólogo social, que siempre me decía “nunca
le des dinero a estas personas, porque la experiencia nos dicta que lo utilizan
inadecuadamente”. Entonces, cuando los veas en la calle no los rechaces. No les
des dinero pero si comparte con ellos comprándole algo de comida. Son niños que
lo necesitan y debemos demostrarles que el mundo no es tan perverso y que hay
oportunidades de cambio.
La compasión es la vía.
“En
fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías,
practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes”. 1 Pedro 3:8
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
Arnaldogarciap.blogspot.com
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