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Mostrando entradas de noviembre, 2020
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  BUEN SAMARITANO «Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre
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MARGARITA JERUSALEMA “En un campo de concentración vivía un prisionero que, pese a estar sentenciado a muerte, estaba alegre. Un día apareció en la explanada tocando su guitarra, y una gran multitud se arremolinó en torno a él para escuchar porque, bajo el hechizo de la música, los que le oían se veían, como él, libres de miedo. Cuando las autoridades de la prisión lo vieron, le prohibieron volver a tocar. Pero al día siguiente allí estaba de nuevo, cantando y tocando su guitarra, rodeado de una multitud. Los guardianes le cortaron los dedos, pero él, una vez más, se puso a cantar su música con las manos cortadas. Esta vez la gente aplaudía entusiasmada. Los guardianes volvieron a llevárselo a rastras y destrozaron su guitarra. Sin embargo, al otro día, de nuevo estaba cantando con toda su alma. ¡Y qué forma tan pura y tan inspirada de cantar! Toda la gente se puso a corearle y, mientras duró el cántico, sus corazones se hicieron tan puros como el suyo, y sus espíritus igualmente inv
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QUEMAR LAS NAVES Alrededor del año 335 A.C, al llegar a la costa de Fenicia, Alejandro Magno debió enfrentar una de sus más grandes batallas. Al desembarcar, comprendió que los soldados enemigos superaban tres veces el tamaño de su gran ejército. Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha: habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con aquellos guerreros invencibles. Cuando Alejandro hubo desembarcado sus tropas en la costa enemiga, dio la orden de que fueran quemadas todas las naves. Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo: “Observen cómo se queman los barcos. Esta es la única razón por la que debemos vencer, ya que, si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, pues sólo hay un camino de vuelt
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NON VAS PODER CON NOS Desde hace unos días circula en las redes un emotivo video grabado en la Comunidad de Galicia donde se le hace una declaración de guerra al Covid19 ( https://www.youtube.com/watch?v=Wv-Wvf87FS0 ). Lo interesante de esta declaración es que no está hecha desde la rabia o el miedo, nace desde la esperanza y la firme creencia de que somos mejores que nuestras circunstancias y estamos en capacidad de doblegarlas, cada vez que nos veamos amenazados por ellas. Han sido tiempos muy duros que no avizoran mejores climas, sino todo o contrario. La llegada de una segunda ola, en plena expansión en Europa, en estos momentos, nos agarra con la misma incertidumbre que la primera. En cada país el aumento de los contagios hace predecir un nuevo confinamiento dentro de muy poco y debemos prepararnos para ello. Debemos sacar a la luz lo aprendido en nuestra primera experiencia y actuar con mayor firmeza en esta oportunidad. Pero la gran pregunta es: ¿Hemos aprendido algo? En lo pers
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  INCERTIDUMBRE Y MIEDO En una tierra en guerra, había un rey que causaba espanto. Siempre que hacía prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre. En esta sala el rey les hacía formar un círculo y les decía entonces... "Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa puerta misteriosa". Todos elegían ser muertos por los arqueros. Al terminar la guerra, un soldado que por mucho tiempo sirvió al rey se dirigió al soberano y le dijo: —"Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?" Y le responde el rey: —"Dime soldado". —"¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?”. —"Ve y mira tú mismo", respondió el rey.  El soldado entonces, abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y aclararon el ambiente... y, finalmente,