El Bullying: Una Profunda Herida Social
En honor a Sandra
Tenía sólo 14 años, vivía en Sevilla y acudía al colegio con la ilusión típica de una adolescente: compañeros, clases, ilusiones y sueños. Pero detrás de esa fachada cotidiana se escondía un dolor al que ya no podía dar nombre. Durante meses, Sandra caminó cada día al aula con la carga de sentirse sola, quizá cuestionada, quizá sin voz. Hasta que un día esa carga se volvió insoportable…
El bullying no es un simple juego de niños, ni una travesura pasajera. Es una forma de violencia silenciosa que hiere profundamente, deja cicatrices invisibles y, en muchos casos, marca la vida de una persona para siempre. Nuestra sociedad, cada vez más conectada pero paradójicamente más distante, enfrenta un problema que va más allá de las aulas: un fenómeno que nos interpela como comunidad humana. Todos, de alguna manera, tenemos responsabilidad en ello:
Los educadores tienen en sus manos una enorme responsabilidad. No son meros transmisores de conocimientos, son tutores, moldeadores y gestores de hombres y mujeres de bien para las sociedades del futuro. Son guías y modelos. Una tarea que les asigna una gran responsabilidad. No se trata solo de transmitir contenidos teóricos de materias muchas veces innecesarias, sino de forzar carácter y personalidad. Su compromiso es estar atentos e intervenir administrando disciplina. Un maestro que observa y actúa puede ser la diferencia entre una víctima que se hunde en el silencio y una que encuentra apoyo para salir adelante.
Los padres, por su parte, deben recuperar, la relación, amistad y el diálogo con sus hijos. Vivimos en una época en la que las pantallas sustituyen conversaciones, y los mensajes no verbales, como una mirada triste, un aislamiento repentino, el cambio en los hábitos, pasan inadvertidos. Es vital escuchar con atención, preguntar sin juzgar y generar un espacio de confianza. Los niños y adolescentes necesitan saber que no están solos, que sus emociones son válidas y que siempre habrá un adulto dispuesto a escucharlos y protegerles. Y esto aplica también para los padres de los niños acosadores, ya que siempre sabemos, en el fondo, cómo se comportan nuestros hijos.
A los niños y jóvenes que sufren acoso, es importante recordarles que el silencio no es la salida. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Hablar con un profesor, un orientador o un familiar puede ser el primer paso para romper el círculo del dolor. Deben insistir hasta lograr ser escuchados y tomados en cuenta, por su beneficio propio y el de los demás. Y, sobre todo, el suicidio nunca es una solución. La vida, por más difícil que parezca en un momento, siempre ofrece segundas oportunidades, nuevos comienzos y personas dispuestas a tender la mano.
Educar, escuchar, acompañar y actuar son los pilares para erradicar esta herida social. Porque proteger a un niño, apoyar a un joven y enseñar con el ejemplo es, sin duda, la mejor inversión que podemos hacer por el futuro.
Acabemos de una vez con el bullying.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
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