Soy Bolivariano, algún problema?

Escuchando unas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, donde, intentando descalificar al presidente Sánchez sobre su participación en la OTAN lo tilda de “bolivariano” como un máximo insulto, confieso que produjo en mí una cierta incomodidad por lo que para muchos venezolanos y latinoamericanos representa la figura de Simón Bolívar, y como ese término “bolivariano” ha sido devaluado en el mundo político.

Simón Bolívar es, sin duda, una de las figuras más prominentes y complejas de la historia latinoamericana. Amado por muchos y odiado por otros, despierta una ambivalencia interesante. Su liderazgo visionario y su ferviente dedicación a la independencia de la región lo han consagrado como el "Libertador", un padre fundador cuyo legado resuena a través de los siglos. Sin embargo, en el contexto político actual, el término "bolivariano" ha sido objeto de controversia y, a menudo, utilizado de manera peyorativa. Es esencial, por lo tanto, separar la figura histórica de Bolívar de las interpretaciones ideológicas que buscan apropiarse de su nombre.

Bolívar fue un hombre de su tiempo, imbuido de los ideales de la Ilustración y comprometido con la creación de una América Latina libre. Su liderazgo militar fue crucial en las campañas que llevaron a la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Más allá de su genio estratégico, Bolívar fue un estadista que vislumbró la necesidad de una unión latinoamericana para garantizar la estabilidad y el progreso de la región. Su sueño de una "Gran Colombia" fue un intento audaz de crear una nación poderosa y unida, capaz de hacer frente a las potencias europeas y asegurar la prosperidad de sus ciudadanos.

Es innegable que Bolívar tenía una visión clara de la justicia social y la igualdad. Abolió la esclavitud en los territorios que liberó y promovió la igualdad ante la ley. Sin embargo, también fue un líder pragmático que entendía la complejidad de la sociedad latinoamericana de su época. Su proyecto político buscaba un equilibrio entre la necesidad de un gobierno fuerte y la protección de las libertades individuales, nada que ver con las malas interpretaciones de gobiernos en la actualidad.

El uso contemporáneo del término "bolivariano" como un insulto o una etiqueta despectiva es una distorsión lamentable de la figura histórica de Bolívar. Reducir su legado a una ideología política específica es ignorar la riqueza y la complejidad de su pensamiento. Bolívar no fue un socialista en el sentido moderno de la palabra. Sus ideas políticas eran propias de su tiempo y estaban enfocadas en la construcción de naciones independientes y prósperas.

En lugar de utilizar su nombre como un arma política, deberíamos esforzarnos por comprender su pensamiento en su contexto histórico y aprender de sus aciertos y errores. Solo así podremos honrar verdaderamente el legado del Libertador y construir un futuro mejor para América Latina. En resumen, Simón Bolívar fue un líder visionario, un estratega militar brillante y un estadista comprometido con la independencia y la unidad de América Latina. Su legado debe ser rescatado de las distorsiones políticas y valorado en su justa medida como un patrimonio invaluable para todos los latinoamericanos.

Por eso, soy bolivariano y con orgullo demando que se separe de lo politiquero.

Saludos

Arnaldo García Pérez

@arnaldogarciap


 

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