EL RANCHO EN LA CABEZA
EL RANCHO EN LA CABEZA
Vivimos tiempos difíciles.
La desesperanza y la apatía se han adueñado de la gran mayoría de nosotros y
vemos con poco optimismo el futuro. Basta con salir a la calle y respirar el desánimo
de la gente ante las dificultades en obtener lo esencial para subsistir, para
contagiarte. La economía familiar se convierte en un juego diario de
malabarismo para cubrir todos los aspectos sin abandonar ninguno.
Mucho se habla de que entre
todos debemos enfrentar esta crisis con optimismo y esperanza. Que estos tiempos
son circunstanciales y que se verá luz al final del túnel en algún momento. La
gran mayoría de las personas conserva, en algún rincón de su ser, la esperanza
e ilusión de que será pronto que rescataremos una forma de vivir diferente.
También hemos hablado, que
para alcanzar el ansiado cambio, todos debemos tomar conciencia de nuestros
errores y enrumbar a esta sociedad a acciones más profundas y trascendentales.
No lograremos nada si actuamos de la misma manera, no se cambia una sociedad
solo desde la cúspide de sus líderes. Es un trabajo en conjunto y todos tenemos
un rol que jugar.
No se trata de meternos
todos a políticos practicantes. Cada quien tiene sus capacidades y roles que
jugar en una sociedad dinámica como la nuestra. Se trata si de aportar cada
quien desde su trinchera, la mejor de las contribuciones. Se trata de cambiar
como personas, desde lo íntimo, para proyectar una energía diferente.
No podemos seguir actuando
como lo hacemos. Es doloroso ver como ante la crisis, muchos compatriotas
buscan el beneficio propio a expensas del vecino. Como la “viveza criolla”
impera sobre la solidaridad y la hermandad. Queremos ganarlo todo sin importar
lo que le pasa al otro. Y eso lo vemos en cualquier esquina, con los vendedores
informales poniendo sobreprecio a las cosas o trasgrediendo las reglas, en los
bancos, cuando los cajeros atienden mal y cobran comisiones para servir a la
gente, en las oficinas públicas y privadas, donde tenemos que “ayudar”, para
que nos ayuden, en los comercios grandes y pequeños, en las empresas. Pareciera
que la consigna es “sálvese el que pueda” y cada uno busca su mejor salvavidas
sin importar la sobrevivencia del otro.
Esos no somos nosotros.
Venimos de una estirpe de gente luchadora y generosa. Nuestro beneficio siempre
fue el beneficio de otro. Nuestro mejor ejemplo El Libertador Simón Bolívar,
quien sin importar sus intereses trabajó para el beneficio de muchas otras
naciones. Debemos cambiar ese paradigma, abandonar el rancho mental y buscar dentro
de cada uno lo mejor de sí. Rescatemos nuestros sentimientos esenciales: La justicia,
la equidad, la solidaridad, el compromiso, la hermandad. Entendamos de una vez
que dando recibiremos y que al comenzar a cambiar, cambiaremos al otro, No
imitemos acciones negativas, demos el paso hacia lo positivo. Que nuestras
conductas sean lo justo. Abandonemos el rancho en la cabeza y construyamos un
lugar digno para todos.
Trabajemos para sumar y
multiplicar.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
Arnaldogarciap.blogspot.com
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