CERCANOS EN EL CORAZÓN
La vida nos enseña
muchas lecciones. Algunas dulces, otras sin sabor y otras tantas amargas y
penosas. En estos tiempos que vivimos, no solo hemos aprendido a vivir en
entornos completamente diferentes a los que nos habíamos habituado. Creo que,
pese a lo incomodo de esta situación, estamos aprendiendo a manejarla y
enfrentarla bajo una primicia imperativa: la temporalidad. Todos estamos
sujetos a una firme creencia de que esto debe acabar.
En el mientras tanto,
muchas situaciones han sido controvertidas. La búsqueda de soluciones a la
crisis nos lleva a evaluar escenarios inimaginables y es allí cuando comienza,
como una alternativa de subsistencia y futuro, la separación de las familias, con
el éxodo de sus integrantes. Alternativa valiente bajo la premisa del
desarrollo futuro en países con mejores opciones y oportunidades y la promesa
de una ayuda lejana a las penurias locales.
Creo que no existe
familia venezolana que no tenga por lo menos un integrante en situación de
migración. No hay conversación que no contemple entre sus temas la partida de algún
ser querido y algunos casos, la familia completa toma la valiente decisión de
buscar una mejor alternativa.
Y comenzamos a
extrañar. Ya este es un sentimiento permanente en nosotros. Arrancamos
extrañando el país que fuimos, a la sociedad que pertenecimos, a la familia que
construimos. Añoramos esos momentos diferentes vividos con alegría,
independientemente de nuestras condiciones económicas. Había otra manera de ser
y pensar y en ella todos actuábamos con una libertad envidiable y nostálgica.
La nostalgia es un
sentimiento natural en el ser humano. Muchas veces entendido como añoranza,
tristeza y melancolía. Este término nació de la mano de unos médicos suizos a
finales del siglo XVII, para describir la sensación de añoranza que sentían los
soldados por la lejanía de su hogar. La nostalgia puede ser un sentimiento
peligroso si nos lleva al dolor permanente y a vivir en un constante deseo por
el pasado.
La nostalgia puede
paralizar y al hacerlo nos convierte en una especie de zombies que no tienen
vida ni futuro, que van por allí deambulando sin alegría e ilusión ante lo que
tienen o puede devenir. Seres sin presente ni futuro anclados en situaciones
del pasado. Y como leí en algún sitio: “El pasado no sólo es un país extraño, sino que
es uno del cual todos estamos exiliados. Y al igual que en todos los exilios, a
veces añoramos volver. Ese anhelo se llama nostalgia”.
Tenemos
la necesidad de convertir la nostalgia en sentimientos positivos. La partida de
nuestros seres queridos no es una perdida. Debemos verla como una gran opción
para ellos y su desarrollo. Están demostrando en cada rincón donde habitan una
disposición y talento que nos enorgullece. Veámoslo desde el optimismo y alegrémonos
por el desarrollo que pueden tener, aun con sus altibajos.
Pensemos
en el país que podemos ser y volteemos en retrospectiva para aprender de
nuestros errores. Como sociedad, no hemos hecho las cosas de la mejor manera en
el pasado, no tengamos nostalgia por lo que fuimos. Pensemos y planeemos un
futuro diferente y mejor. Hagamos como el ave fénix y renazcamos desde nuestras
cenizas para ser una sociedad diferente y mejor.
Lejanos
en la distancia, cercanos en el corazón.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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