Con esta máxima
universal y general, muchos dejamos nuestra suerte o fortuna a una decisión
superior que no depende de nosotros. Y no es que DIOS quiera o deje de querer,
sino que pareciera que en su omnipotencia, todo depende absolutamente de él y
solo de él y nosotros, como seres inferiores no estamos en capacidad de
resolver.
Nosotros como
personas, desde el momento de nuestro nacimiento, vamos recibiendo y procesando
una serie de informaciones que forjan nuestras creencias y valores. Muchos son
los elementos que intervienen en este proceso y desde el hogar, el colegio, los
vecinos y la familia, hasta ya entrados en mayoría de edad, con nuestros
amigos, profesores, compañeros, parejas y esposos o esposas, vamos recibiendo
una serie de informaciones, opiniones o dogmas, que nos forjan la personalidad
y nos hacen acreedores de nuestro propio sistema de fe. Todas las personas que
nos rodean influencian en nosotros y nos hacen cambiar o reforzar nuestras
creencias y valores.
Hasta aquí todo
suena bien, mientras esas creencias y valores nos ayuden a desarrollarnos como
seres humanos y nos inyecten afirmaciones y opiniones que nos permitan
desenvolvernos plenamente. El problema comienza cuando sentimos y creemos que “no
se puede”, que no estamos en la capacidad de alcanzar nuestros objetivos o
mucho más grave aún, creemos que no lo merecemos. Es allí cuando comienzan a
aflorar nuestras creencias limitantes.
Las creencias
limitantes son una percepción de la realidad que nos impide crecer y creer.
Como su nombre lo indica, nos limita en el desarrollo como personas y nos
coarta el alcanzar todas esas cosas que nos hacen ilusión. Estas creencias
limitantes muchas veces vienen endosadas en nuestra familia, cuando nos enseñan
que hay cosas que simplemente, no están signadas para nosotros. “yo no valgo
nada”, “soy demasiado poco para esas personas” “nunca podre alcanzar mis
sueños” “tengo mala suerte”, son algunos ejemplos de estas limitaciones que
nosotros nos imponemos, tal vez, producto de una experiencia negativa, o del
resultado de las experiencias de otros. Muchas otras veces, estas creencias
limitantes se producen en sociedad.
Nosotros tenemos
la capacidad y voluntad para forjar nuestro futuro. Si bien es cierto que DIOS
nos dio la vida y de él se rigen nuestros designios, también es cierto que DIOS
nos permite el “Libre Albedrio”. El principio del libre albedrio, como lo recoge
Wikipedia, tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y
científicas y supone que, los individuos pueden ser responsables de sus propias
acciones y tienen la elección consciente de tomar sus propias decisiones.
Existen
experiencias buenas y malas, pero ninguna de ellas se convierte en una
constante o son eternas. Cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar su
destino y forjar su camino basado en sus creencias y valores. Hoy más que
nunca, cuando tratan de cambiar nuestra manera de pensar y nos quitan el
aliento con la desesperanza, debemos entender el poder de nuestras decisiones y
que somos, como individuos y colectividad, capaces de forjar nuestro destino y
mirar con optimismo el futuro. Tenemos el libre albedrio para decidir. No permitas
que nadie lo haga por ti.
El futuro no
está escrito. Nosotros lo forjamos con nuestras acciones.
Creamos en
nuestro poder.
Saludos
Arnaldo
Garcia Pérez
@arnaldogarciap
17/10/2016
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