EL PLANETA DE LOS SIMIOS

Revisando la programación de la televisión, una tarde de estas de cuarentena, me encontré con un clásico en la historia del cine: “El Planeta de los Simios”, una película filmada en 1968 por Franklin Schaffner y protagonizada por uno de los inmortales del séptimo arte, Charlton Heston. En esta historia futurística, una misión espacial se extravía y va a parar a un planeta desconocido en el cual la civilización dominante son unos simios super desarrollados e inteligentísimos, que esclavizan a una raza humana en una etapa muy básica de su evolución y carecen de la facultad de hablar. Al descubrir que uno de los humanos (Heston), tiene el don de la comunicación, comienza toda una historia que les invito a recordar a las generaciones mayores y a descubrir a los más jóvenes.

Viendo la “pureza” de esa raza humana de ficción, que solo se desarrolló hasta un nivel básico de recolección para la supervivencia, vino a mi memoria el bestseller del escritor israelí Yuval Noah Harari, “Sapiens, de Animales a Dioses”, donde se pasea por toda la historia de la evolución de las especies arcaicas hasta llegar a la que sobrevivió a todos los obstáculos y se convirtió en la dominante: El Homo Sapiens. En esas primeras etapas de la evolución del hombre, que tardaron muchísimos años, vamos paseando por una raza que crece a través de sus retos de sobrevivencia y se hacen primero recolectores, luego cazadores-recolectores, hasta llegar a los agricultores y allí comienzan toda una estructura organizativa que les permite dominar, no solo a las otras especies humanas, sino también a los grandes mamíferos de la historia, acabando con ellos y llevándolos a su extinción. De acuerdo a la teoría de este escritor, hay unos elementos resaltantes de este proceso humano que influyeron en su éxito, y que los han mantenido dominantes, como su capacidad de cooperar a gran escala, y la creación de mitos compartidos como lo son el dinero, los gobiernos y las religiones.

Lo cierto es que luego de millones de años de evolución, el crecimiento del ser humano se ve a veces interrumpido por tendencias o comportamientos que los llevan a sus niveles más bajos y salvajes. Cuando ves a un hombre, asfixiando a otro con su rodilla y sin ninguna misericordia, sin importar su color de piel, o a un padre de familia que acuchilla a su esposa e hijos para luego suicidarse. Jóvenes que en manada abusan sexualmente de una adolescente, o gente que mutila y atropella mujeres por sus creencias religiosas, gobiernos que no les importa el hambre y las necesidades de su pueblo y que aplican la tortura y el miedo como política de su sobrevivencia, mientras ellos se llenan de riquezas mal habidas. Un salto atrás, en nuestra evolución, podríamos decir.

Estas conductas nos deben llevar a una reflexión profunda de qué estamos haciendo mal para que se generen este tipo de comportamientos. Que clamor silencioso no estamos escuchando que nos lleve a mejorar nuestras relaciones y atender cualquier necesidad que el ser humano tenga y que debemos mejorar para alcanzar todos el bienestar. No es solo un tema de gobiernos, es responsabilidad individual y de cada uno.

Me quedo con lo positivo que tenemos y que hemos demostrado. Con la solidaridad en momentos de crisis, con la cooperación y el compañerismo. Con la entrega sin medidas a pesar de los riesgos que podamos tener. Me quedo con la esperanza de un mundo mejor hecho por cada uno de nosotros desde el amor al prójimo y basado en el respeto a nuestras individualidades.

Ahí está mi apuesta.

Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com



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