ESTOY DEPRIMIDO
No me provoca nada. Estoy hecho un
desastre. Mi cuerpo está poseído por un espíritu impregnado de tristeza que
recorre cada centímetro, cada órgano, cada célula de mi ser. No me interesa
nada de lo que pasa en el mundo exterior. Las noticias que hasta ayer me
preocupaban o entristecían con su lectura, ahora pasan por mi mente con la
mayor neutralidad. Los chats y grupos me resbalan, muchos ni siquiera los abro
y el celular se convirtió en un mero aparato sin importancia. No tengo apetito.
La rutina de alimentarse es más una obligación vital que un placer. Con que
coma un bocado en el día tengo suficiente. Por primera vez en mi vida he estado
sin bañarme varios días. No hay ánimo para salir. Es una prisión mental y mi
cuerpo no tiene fuerzas para salir del marasmo y no puedo ni levantarme de la
cama. Sin motivos aparentes paso de la ansiedad descontrolada a la angustia y
de allí a la tristeza. La familia me pide que reaccione y salga de la casa,
pero, ni a ellos tengo ganas de verlos. Quiero dormir, dormir y dormir. Cerrar
los ojos y no despertar. Estoy deprimido.
Este relato, con los componentes
personales y particulares que cada quien le pueda aderezar, es una escena que
se repite en muchos hogares a través de todo el mundo. La depresión es una
enfermedad silenciosa con secuelas catastróficas que, con la llegada del Covid
19, se ha apoderado de muchos de nosotros sin la capacidad u oportunidad de
reaccionar ante ella. Nos invade al igual que el virus y nos destruye desde la
mente. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 350 millones de
personas la sufren en todo el mundo. Uno de cada diez está deprimido, y es la
principal causa de problemas de salud y discapacidad. Se define como una enfermedad que se caracteriza
por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con
las que normalmente se disfruta.
Son muchas las causas por las que nos deprimimos.
Pareciera que hay más de las que nos imaginamos. Y en oportunidades, si no las
hay, muchas veces las inventamos. Problemas financieros, sociales, de
relaciones familiares o de pareja. La soledad o el aglomeramiento. La situación
económica y la recesión producto de la crisis. Los nuevos retos que nos
agobian, hasta descontroles internos hormonales, pueden causar depresión y con
ella la pérdida de control en nuestras vidas.
Pero, así como esta enfermedad, en la mayoría de
los casos tiene su génesis en la mente, también a través de ella podemos
combatirla y eliminarla. Debemos entender que estamos en capacidad de revertir
ese proceso y volver a condiciones más saludables. Hágase el propósito de
combatirla y arranque con un primer paso esencial: identifique aquellas
personas con las que siente confianza y converse de sus sentimientos y temores.
Cuéntele sus preocupaciones, todo lo que siente y le agobia, tal vez no las
resolverán, pero el solo hecho de expresar esas angustias aliviará el camino de
tensión. Si puede y tiene con que, busque ayuda profesional, un buen psicólogo
o mentor puede ayudarlo a identificar y canalizar sus sentimientos, preparando
un plan de acción donde las actividades físicas y mentales sean dirigidas a la
recuperación. Recuerde que puede sentirse mejor si recibe la ayuda adecuada.
Siga realizando las actividades que le gustaban cuando se encontraba bien. No
se aísle. Mantenga el contacto con familiares y amigos. Haga ejercicio
regularmente, aunque se trate de un pequeño paseo. Oblíguese a comer en sus
hábitos regulares y en familia. Mantenga una rutina de sueño equilibrada, ni
mucho, ni poco. Pelee con usted mismo y venza el marasmo, levántese con alegría
y optimismo, agradeciendo un nuevo día.
En conclusión, arranque por entender y aceptar que
está deprimido. Esto será la mejor posición de arrojo para solucionar el
problema. Reconociendo, comenzamos a solucionar.
Y como digo en mis conferencias, tenga fe plena en
Dios, él aprieta, pero no ahorca.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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