Hasta hace un par de
semanas, aproximadamente, en muchas partes del mundo, la incidencia de la pandemia
del COVID19, para muchos no era mas que una horrible noticia que se trasmitía desde
cualquier rincón del mundo. Sus más de 125 millones de afectados directamente
con su contagio no dejaban de ser números alarmantes pero que no afectaban
directamente nuestra tranquilidad. Nos preocupaba si, pero mas nos afectaba que,
a causa de su propagación, que nos tuvieran injustamente encerrados.
Pese a tener en el
mundo más de un año en aislamiento, en algunos países con rigurosidad, en otros
con mucha ligereza y en los mas particulares con semanas de flexibilidad, donde
pareciera que el virus se iba de vacaciones, aun no entendíamos la magnitud de
lo que estamos viviendo y no valoramos el impacto de ser tocados por este mal.
Nos enteramos de
algunos contagios. Tal vez algún amigo lejano o familiar tuvo una pequeña
crisis, pero sin una consecuencia significativa. Hasta aquí, seguíamos tomando
al enemigo como algo etéreo y que no nos llegaría a alcanzar. Empezaron a
aparecer noticias de conocidos, o familiares de amigos lejanos, infectados y en
algunos casos lamentables, fallecidos. Allí comenzó a inquietarnos un poco mas
lo que estaba pasando allá afuera, Ya no era un cuento de caminos o una
invención tragicómica de un grupo malévolo mundial. Ya lo tenemos cerca y nos
acosa, lo vivimos en casos directos de vecinos, amigos y familiares, que sufren
sus consecuencias. Ya las noticias cercanas son diarias y lamentablemente, en
dolorosos casos, sus pérdidas irreparables. Ya el COVID dejó de ser un fantasma y se
convirtió en una alarmante realidad para todos.
Nos acecha. Parece
tenernos rodeados, estemos donde estemos. Muy pocos países del mundo se salvan
de esta tragedia, aunque a todos le llega. En muchos lugares, dirigentes
políticos arrogantes se burlaron y minimizaron su importancia y hoy en día se
cuentan las muertes por cientos de miles. Gente inocente que no supo entender
lo que se venía advirtiendo desde el comienzo, por ignorancia o desparpajo, hicieron
caso omiso de las advertencias y los vimos interactuar en mercados, tiendas y
los más osados en fiestas o paseos playeros. Hoy, esa arrogancia pasa factura y
aumenta el numero de caídos. Los servicios de salud colapsados y nosotros, sin
importar tu condición socioeconómica, expuestos al riesgo del contagio.
La solución a este
problema la tenemos todos. Tal vez no estemos hablando de una vacuna milagrosa
que salve al planeta como si fuera un superhéroe, estamos hablando de acciones
sencillas y unipersonales que nos garantizarán minimizar riesgos y esperar
tiempos mejores. Esa clave está en la prevención. Tan fácil como eficiente: No
salga sino a lo justamente necesario. Hágalo con la mayor prevención y a sitios
conocidos por usted. Lleve sus implementos de seguridad, mascarilla, guantes y
gel antibacterial. Al regresar a casa, lo primero es el aseo. Lávese muy bien
sus manos, si puede cámbiese de ropa y desinfecte sus zapatos. Su compra debe
ser igualmente desinfectada y de esa manera estará bajando la incidencia de
posible contagio.
No depende de los
otros. Depende de cada uno de nosotros minimizar los riesgos de contagio y así también
proteger a los nuestros. La vacuna hará su trabajo en sus tiempos, pero
mientras tanto, nos toca a todos poner de nuestra parte para evitar el
sufrimiento de la pérdida. Trabajemos entre todos en prevención y le ganaremos
algunas bajas menos al virus.
Sumemos y
multipliquemos. Es tarea de todos cuidarnos como familia.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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