PAISES ROTOS
En el año
1969, el psicólogo Philip Zimbardo, de la universidad de Stanford realizó un
experimento por demás interesante: Abandonó un carro en el barrio del Bronx en
Nueva York, con claros síntomas de deterioro, dejándolo con la matrícula caída y
las puertas abiertas. Al poco tiempo de estar allí, los transeúntes comenzaron
a desvalijarlo, hasta dejarlo completamente destrozado. Luego, estacionó otro
vehículo, en aparente abandono, en una zona de un barrio rico de Palo Alto, en
California. A diferencia del primero, este coche se mantuvo intacto por varias
semanas. En vista de esto, el psicólogo procedió a dar varios martillazos sobre
la carrocería causando un deterioro considerable. Sorprendentemente, al poco
tiempo, comenzaron a desvalijarlo de la misma forma que el vehículo del Bronx.
El objetivo de este experimento era evidenciar las conductas alejadas del
civismo de los ciudadanos y ratificar, que, sin importar las clases sociales,
solo basta alguna señal de abandono en los objetos, para que la gente actúe de
la misma manera incivilizada. Producto de esta experiencia, James Wilson y
George Kelling elaboraron una teoría que llamarón “la teoría de las ventanas
rotas”, donde ellos manifiestan que, “si se deja una ventana rota en un
edificio, poco a poco irán apareciendo más, ya que se envía un mensaje de que
no hay nadie que se preocupe por ellos, de falta de normas, de ley y se van
rompiendo las normas de convivencia”.
El ser humano
es un sujeto de imitación. Desde que comenzamos a socializar, siendo pequeños,
imitamos conductas adoptadas de nuestro circulo vital: familia, amigos y
allegados, formando parte de ese repertorio que, a través de nuestra forma de
ser y relacionarnos nos da personalidad. “Se parece tanto a su papá, o “mira
como gesticula como la madre”, son algunas de las declaraciones que escuchamos periódicamente
y que nos reflejan ese impacto que tienen en nosotros los comportamientos y
conductas de otros. En toda nuestra actuación a lo largo de la vida, vamos
representando conductas, acciones y modelos aprendidos a lo largo del tiempo.
El aprendizaje
social ha sido una de las teorías mas revisadas para intentar entender nuestro
comportamiento. El enfoque socio comportamental, también
llamado: imitación, modelamiento, aprendizaje vicario, aprendizaje por
observación o aprendizaje social, puede definirse como aquel aprendizaje de un
acto después de haber visto a un sujeto modelo realizarlo. Esto quiere decir
que, aprendemos de lo que vemos y de la forma como lo vemos. Imitamos conductas
que nos reflejan comportamientos de personas influyentes en nosotros y que
luego, replicaremos casi que automáticamente, en ausencia de ellos. Este
comportamiento personal, que luego se convierte en colectivo, es la base de
nuestra convivencia y clave en nuestra supervivencia. Se refiere, entre otras
cosas a nuestra capacidad de coexistencia, disposición a la cohabitación, entendimiento
en la cohesión y pertenencia a grupos sociales y nuestra mejor capacidad de
tolerancia en las relaciones.
Aunque nuestro
ejemplo inicial y el experimento, se refieren a conductas negativas sociales,
también podemos invertirlas hacia modelos positivos de comportamientos, que existen
y son prácticas comunes en algunas sociedades y países que ejemplifican la
moralidad, convivencia y tolerancia como valores fundamentales de desarrollo y que
debemos aprenderlos para aplicarlos en nuestras conductas diarias. Vemos
sociedades preocupadas por el ambiente y trabajando desde las comunidades
esenciales en procesos de mejoras para sus ciudadanos. No esperan políticas gubernamentales,
accionan desde su poder de generar maniobras propias y se organizan en el
barrio, en la calle, en la ciudad.
Tenemos la
capacidad de modelar acciones positivas que se conviertan en imitables por
otros. Así como podemos hacernos eco del abandono, tenemos la posibilidad de
trabajar en equipo, en las comunidades, para hacer de nuestros entornos y
ambientes algo digno, limpio y ordenado, que invite a la conducta y modelaje
del cuidado y mantenimiento, que espante a la desidia y a la delincuencia a la
vez. Somos nosotros los responsables de darle dignidad a nuestro entorno. Con
nuestros recursos, por mas escasos que sean, pero en comunidad, trabajando
todos juntos para hacer de nuestra fachada de casa, acera, calle, barrio, urbanización,
estado y país algo digno de vivir y que refleje nuestra idiosincrasia como
ciudadanos de altura. Para ello, tenemos líderes comunales con alta sensibilidad
para enseñarnos modelos positivos de acción. Convirtámonos en esos líderes y sigamos
ejemplos dignos.
La convivencia hace referencia a la
acción de convivir, esto es más que el compartir constante con otras personas
diferentes a ti todos los días. Modelemos conductas positivas.
Hagamos digna nuestra convivencia y
comencemos a reparar nuestro pais desde adentro.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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