COMPASIÓN ACTIVA

Escuchando el Evangelio diario del Padre Manuel Penagos en YouTube, un término llamado profundamente mi atención: “Compasión Activa”. Esta expresión, utilizada para ilustrar la enseñanza de Jesús, nos invita no solo a identificar las necesidades de quienes nos rodean, sino a actuar con un genuino espíritu de servicio. En esencia, la compasión activa trasciende la simple empatía, movilizándonos a tomar acciones concretas para aliviar el sufrimiento de los demás.

La compasión activa es un enfoque transformador que combina sensibilidad y acción. Implica no solo comprender el dolor ajeno, sino también responder con apoyo tangible: ya sea a través de ayuda directa, recursos, acompañamiento emocional o intervención en momentos cruciales. A diferencia de una compasión pasiva, que se limita al sentimiento, este concepto nos exhorta a ser agentes de cambio, involucrándonos en la construcción del bienestar colectivo.

Inspirada en el legado de Jesús y popularizada por pensadores como Thich Nhat Hanh, la compasión activa no se queda en el plano espiritual o filosófico; encuentra su fuerza en actos concretos que sanan y transforman. Nhat Hanh, el monje budista y activista por la paz, nos recordaba que la compasión verdadera no solo reflexiona, sino que actúa, buscando mejorar las circunstancias de quienes sufren. Este enfoque nos conecta con los demás y nos da propósito, ayudándonos a vivir una vida con sentido.

A menudo, somos rápidos para sentir pena, pero nuestra empatía suele detenerse en los límites del sentimiento. Pocos dan el paso adicional: ese esfuerzo extra que significa marcar una diferencia real en la vida de alguien más. Y no se trata de emprender una cruzada global para erradicar la pobreza o detener conflictos mundiales, sino de mirar más cerca a nuestra familia, nuestros vecinos, nuestros amigos. Allí es, donde nuestras pequeñas acciones pueden tener un impacto significativo, dándole al necesitado todo el apoyo del que somos capaces.

Practicar la compasión activa requiere más que buenas intenciones, exige un compromiso con hábitos y valores específicos. Ser conscientes de nuestras emociones a través de la atención plena nos permite identificar cómo y cuándo actuar. Escuchar con empatía, preguntar con sinceridad cómo podemos ayudar, y ofrecer apoyo práctico son pilares fundamentales. A esto se suman el perdón, que nos libera de resentimientos, y la gratitud, que nos inspira a devolver lo que hemos recibido.

La compasión activa no es una meta inalcanzable, sino una práctica diaria que comienza con pequeños gestos. Cada acción cuenta, cada esfuerzo suma. Si logramos mirar más allá de nosotros mismos y extender una mano a quienes nos rodean, no solo transformaremos su realidad, sino también la nuestra. Porque al final, el servicio a los demás nos regala el don de una vida más plena y con propósito.

“El don más precioso que podemos ofrecer a los demás es nuestra presencia. Cuando la atención plena abraza a los que amamos, van a florecer como las flores.” Thich Nhat Hanh

 

Saludos

Arnaldo García Pérez

@arnaldogarciap


 

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