CARGANDO MI BACALAO
CARGANDO
MI BACALAO
Desde hace muchísimos años
existe un jarabe (vaya usted a saber si lo consigue ahora), que era una
emulsión a base de bacalao que servía de reconstituyente y energizante
vitamínico para las personas. Su sabor no era muy amigable y la gente lo tomaba
con cierta aversión, mas por sus bondades curativas y medicinales que por su gusto.
En su versión original, este
medicamento o suplemento vitamínico, tenía como ilustración, para darle su identidad,
a un enorme hombre, vestido de pescador, que cargaba sobre sus hombros un
enorme pez, que asumo sería un bacalao. Esta caricatura, con el tiempo dio pie,
dentro de nuestro enorme acervo de cultura popular, a un dicho muy comentado
que decía: “en la vida, cada quien debe cargar su propio bacalao”. Para la
filosofía callejera, el enorme bacalao representaba las cargas que nuestra vida
nos impone y que se traduce en nuestras responsabilidades.
Siempre he creído que todos
venimos a recorrer un camino. Que existe un guion pre-escrito por el
todopoderoso donde nos ubica en un lugar y nos da una historia de vida para
transitar. Tal vez ese camino no está totalmente trazado, pero ya trae algunas etapas
y senderos definidos. Nadie escoge donde nace ni con quien, por lo que en esta
teoría esas primeras etapas se nos hacen obligatorias. Luego, cuando nos vamos
haciendo adultos, la visión y emprendimiento de ese camino puede y debe ser
diferente. La manera como cada uno de nosotros lo transitemos, disfrutando o no
del recorrido, ya tiene un componente personal y de decisiones individuales.
Muchas personas viven
cargando varios bacalaos, los suyos y los de los demás. Sienten que tienen una
enorme responsabilidad de llevar a cuestas las tareas o responsabilidades de
otros y esto les hace más pesado el camino. Ya nuestro bacalao pesa. Imagínese
cargando por todo el trayecto de nuestra vida el peso adicional de otras
responsabilidades. Esto, nos atrasará en nuestro trayecto, o en el peor de los
casos, no nos permitirá llegar tan lejos como creíamos que podíamos llegar y
peor aún, el peso y la carga no nos permitirán disfrutar de la belleza del
sendero que recorremos.
Están tan imbuidos en
soportar su carga que, toda la concentración se va en no dejarla caer. Tal vez,
el bacalao menos pesado sea el propio, pero al asumir la responsabilidad de
cargar otros, la diferencia en el peso no se nota y no llegan a descifrar cual
es el que le corresponde verdaderamente. Claro está que cada uno de nosotros
debe apoyar y ayudar a otros en momentos de la vida a soportar sus cargas.
Nuestros hijos, en sus etapas iniciales y luego nuestros padres, en sus etapas
finales, requieren el apoyo y ayuda para llevar sus pesos y con esto, a los
primeros les enseñamos valores como la solidaridad y la responsabilidad, y a
los últimos, a través de este apoyo les brindamos homenaje de agradecimiento
por habernos ayudado y soportado en nuestros años de desarrollo. Y en ambos
casos esta carga debe ser compartida con nuestra pareja y con nuestros hermanos
y familiares.
Cada quien debe llevar su
propio peso. Debemos aprender a soltar lo que no nos corresponde. El alivianar
la carga nos permitirá levantar la mirada y ver mejor el camino. Al estar más livianos
podemos andar más cómodos y recorrer mayor distancia. Y con el aprendizaje que
nos de la experiencia, estando más sueltos, podamos guiar a otros, a través de
nuestros consejos, en su mejor sendero. Pero nunca asumiendo sus
responsabilidades, sino haciéndolos comprometidos con ellas.
Cada quien con su bacalao.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
Arnaldogarciap.blogspot.com
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