PEQUEÑOS GIGANTES.
PEQUEÑOS GIGANTES.
Desde
el comienzo de nuestra existencia, hemos luchado con fuerzas que parecen
indestructibles. El episodio eterno del bien contra el mal ha sido parte de
nuestra tradición humana. Dependiendo del capítulo de la historia que quiera
revisar, encontrará siempre una eterna confrontación entre creencias y
sentimientos. Desde siempre, el bien ha sido configurado desde la debilidad física,
pero la fuerza espiritual, mientras que el mal es presentado con tal poderío que
parece invencible.
En
las crónicas bíblicas se relata un episodio que nos enseña la importancia de la
fe y la capacidad de creer en uno mismo. Cuenta de una guerra entre filisteos e
israelitas. Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl
se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat
salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a Israel para que presentara a un hombre
que luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría
qué ejército llegaría a ser siervo del otro. Durante cuarenta días, Goliat
desafió al aterrorizado ejército de Israel cada mañana y cada atardecer.
No obstante, ningún soldado israelita tuvo suficiente valor como para
aceptar semejante reto. Un pequeño pastor llamado David de la tribu de Judá, quien era pródigo en talentos y
buen semblante, y sobre quien estaba el espíritu de Dios, hizo frente a su
reto. Goliat, precedido por su escudero, avanzó, invocando por sus dioses el
mal contra David. A esto, David respondió: “Tú vienes a mí con una espada y con una
lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Dios de los ejércitos,
el Dios de las líneas de batalla, a quien tú has desafiado con escarnio”.
Cuando David le lanzó una piedra con su honda, esta se le hundió en la frente y
Goliat cayó a tierra. Acto seguido, David se plantó sobre Goliat y con la espada
del gigante le cortó la cabeza. A esto siguió una notable derrota para los filisteos.
Fuerza, fe, creencia en las
capacidades propias, son algunas de las características que podemos rescatar de
David y su historia. Un sentimiento de saberse poderoso dentro de sí, que no le
permite flaquear ante cualquier adversario, por indestructible que parezca.
Enorme confianza de saberse en lo correcto.
En los últimos días transcurridos en
Venezuela hemos testificado el poder de esas condiciones. No un David, sino
miles, han recorrido las calles, avenidas y autopistas de todas las ciudades,
para enfrentar a un enemigo despiadado. Un
enemigo que paradójicamente es su hermano, pero que lo ataca con la saña y
agresividad más vil que se pueda conocer y con equipos e implementos que le dan
una ventaja ante un contrincante que, primero no quiere serlo y segundo, solo
lleva como arma su firme convicción de estar en lo correcto.
El joven desnudo, la anciana ante la
tanqueta, la hermana religiosa, el cuatrista encapuchado, son solo algunos de
los testimonios que los medios nos regalan. No solo ellos son los héroes. Todos
y cada uno de los que salen con fe y energía, cada día a defender sus derechos,
se convierten en esos David que nos representan y nos enorgullecen.
Poseemos
material humano para el presente y el futuro. Hay una generación que ama su país
y está dispuesta a rescatarlo. Tengamos confianza en que Dios nos acompaña en
la razón y nos llevará por el camino de la reestructuración, la paz y la
concordia. Hay con qué.
Un
saludo y homenaje a todos los David de mi tierra.
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
Arnaldogarciap.blogspot.com
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