ROMPAMOS EL JARRÓN
Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un
monasterio Zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran
maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien tendría ese honor. “Voy a presentarles un problema – dijo -
Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”. Trajo al
centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de
porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”. Los
discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y
raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba
aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados. Después de
algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás
discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo. “Usted
es el nuevo guardián – le dijo el gran maestro, y explicó: Yo fui muy
claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y
fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos.
La vida, en cada una de sus fases, nos lleva a tomar decisiones
que cada vez son mas importantes o necesarias. Desde pequeños, nos enfrentamos
a diferentes situaciones que nos llevan a escoger caminos o simplemente a tomar
partido por una opción u otra. Muchas de las veces las situaciones son tan
simples que lo hacemos de una manera natural. ¿Arepa o pan en el desayuno?, La
camisa: azul o la roja?, son interrogantes que se resuelven sin el más mínimo
esfuerzo y hasta de una manera espontánea. Tomamos decisiones al elegir una
opción entre otras diferentes, bajo la premisa que nos ayudan a resolver las
situaciones en conflicto.
Cuando vamos avanzando por la
vida, estos escenarios se hacen un tanto más tortuosos y el tomar decisiones se
convierte en un gran dilema para nuestra existencia. Hay los que con un simple
análisis toman partido por una opción, otros necesitan de un estudio mas
profundo de las diferentes variables y eligen la que creen mas conveniente.
Existen otros que sufren de la llamada “parálisis por análisis” y ven pasar el
autobús de las oportunidades mientras evalúan sus opciones. También tenemos
algunos que sufren un tipo de padecimiento llamado aboulomanía que es la incapacidad
para tomar decisiones. No es que te cueste mucho, es que no lo haces en
absoluto. Dejas que sea la vida la que decida por ti o, más peligroso aún,
dejas la decisión en manos de otras personas. Personas cercanas, familia,
pareja o amigos toman decisiones que afectan a tu vida porque tú no te sientes
capaz de hacerlo.
En nuestras sociedades modernas estamos sufriendo una epidemia de aboulomanía.
No queremos o no nos creemos capaces de tomar decisiones trascendentes para
nosotros, nuestras familias y las comunidades y dejamos en manos de unos pocos,
tal vez inescrupulosos y manipuladores, las decisiones de vida necesarias y
vitales para nuestro desarrollo como humanidad. Muchos países en el mundo
actualmente, viven procesos decisivos de gran importancia, sin el concurso de
las mayorías, que se encuentran paralizadas y a merced de los aprovechadores
del momento.
Basta de que otros decidan por nosotros. Necesitamos conocer las
situaciones, sus circunstancias y las alternativas, para tomar decisiones
pensadas y con grados de certeza que nos garanticen, por lo menos, nuestra
tranquilidad de haber obrado en función a un fin colectivo y basado en nuestro
propio criterio.
No dejes que otros decidan por ti. Levántate y rompe tú jarrón.
Saludos
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
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