NUESTRA PEQUEÑA GOTA
“Cuenta la
leyenda que hace muchos, muchos años, un gran incendio asoló las selvas
tropicales de Centroamérica. Los animales huían despavoridos lejos de las
llamas. El crepitar del fuego se unía al golpe sordo de las ramas cayendo
contra el suelo. Resultó entonces que, en medio de este caos, un bello
pajarillo sobrevoló la selva en dirección contraria al resto de los animales.
El ave, pequeñísima y de alas turquesas, batía sus alas a toda prisa y directa
al corazón del fuego. Un jaguar, que huía del peligro, miró con extrañeza a ese
colibrí que volaba hacia el mismísimo peligro. Su sorpresa fue mayúscula al ver
que el pajarillo regresaba de vuelta hasta una pequeña charca, donde recogió
con su pico una gotita de agua. El temible felino rugió para llamar la atención
del colibrí y éste, sin dejar de batir sus alas a toda velocidad, se posó sobre
la nariz del jaguar. El majestuoso animal le preguntó asustado: -“¿Amigo
colibrí, qué haces? ¿Por qué te metes en la boca del lobo y no huyes del fuego
como todos nosotros?”. El pajarillo levantó con orgullo su pequeño pico y le
respondió: - “Estoy llevando agua de la charca hasta el fuego para apagar el
terrible incendio que asola nuestra selva”. La fiera, entre boquiabierta y
avergonzada, le replicó: “¡Pero eres un animal muy pequeño, jamás podrás acabar
tú solo con un incendio tan grande! El colibrí miró directamente a los grandes
ojos del jaguar y le contestó sin un atisbo de temor: -“Sé que soy pequeño,
pero ésta es mi casa y estoy haciendo mi parte”. El colibrí levantó entonces el
vuelo y, entre altas llamaradas y nubes de humo gris, se internó con la gotita
de agua en el pico.
Desde la aparición de
la pandemia, la humanidad, o parte de ella, ha entrado en una profunda
reflexión sobre nuestra relación con el medio ambiente y la naturaleza. No
pocas fueron las demostraciones de recuperación de hábitats en medio de nuestro
aislamiento. Muchos animales reconquistaron terrenos tomados por el hombre y
algunos se atrevieron a multiplicar sus especies como símbolo inequívoco de sus
deseos de perdurar en el tiempo. Hasta el cielo se enterneció y se cerraron los
agujeros de ozono que molestaban sobre la Antártida. El medio ambiente y los
recursos naturales nos han brindado una lección que debe ser inolvidable para
la permanencia del hombre en la tierra. Debemos trabajar en armonía con ella.
Es indudable que
necesitamos de los recursos naturales para sobrevivir. Desde que el hombre se
hizo sedentario y comenzó a cultivar, comenzó a trabajar bajo un círculo más
equilibrado entre su consumo animal y vegetal. Pero nuestro crecimiento
desmedido y acelerado nos ha llevado al borde del abismo. Sin pensar en
consecuencias de largo alcance, la desforestación, el uso de elementos químicos,
y de impurezas en el aire, así como el consumo desmedido de recursos, auguran
un desenlace nada alentador para las futuras generaciones. Pareciera que
nuestro egoísmo es tal, que, sin importar las expectativas de sobrevivencia de
nuestros herederos, queremos acabar con el botín mas valioso que poseemos: la
vida.
Necesitamos despertar
conciencia individual y colectiva. Es la hora de mejorar nuestra relación con
la naturaleza a través de simples y sencillas prácticas. No importa el rincón donde
nos toque habitar, todos podemos generar efectos positivos en este cambio. Se
hace necesario comenzar practicas caseras y cotidianas de manejo de residuos, reciclaje
y reutilización. Hay que frenar el consumo desmedido y aprender a valorar
nuestros activos y darle el uso vital que poseen, a través del cuidado
adecuado, las reparaciones y el manejo óptimo de ellos.
De nada sirve que
algunas naciones combatan la contaminación y el uso discriminado de recursos y
planteen objetivos sostenibles si, nosotros, todos, no participamos. No es un
pedacito de planeta, es todo el planeta que debe ser preservado.
Hagamos como el colibrí
y pongamos nuestra pequeña gota.
Saludos
Arnaldo
García Pérez
@arnaldogarciap
www.arnaldogarciap.blogspot.com
Comentarios
Publicar un comentario