ESTAR
AHÍ
“Sufría
de una asma crónica y tuberculosis que le impedían respirar. Cada noche era una
batalla agónica por una bocanada de aire. El sufrimiento físico era tal que el
joven Lucio tomó una decisión: acabar con su vida. En la Roma antigua,
el suicidio no siempre era visto como una derrota, sino a veces como una salida
digna ante el sufrimiento inútil.
Estaba
listo. Sin embargo, en el borde de ese abismo, algo lo detuvo. No fue el miedo
a morir, ni una revelación divina. Fue el pensamiento de las palabras de su padre.
En sus escritos posteriores (específicamente en la Carta 78 a Lucilio), confiesa
que no se detuvo por sí mismo, sino porque se dio cuenta de una verdad
aterradora y hermosa: su padre, no podría soportar la pérdida.
"Me
ordené a mí mismo vivir,"
escribió. "Porque a veces, incluso vivir es un acto de valentía."
Entendió
que su vida no le pertenecía solo a él. Si él moría, se liberaba del dolor,
pero condenaba a su padre a una muerte en vida. Decidió quedarse, soportar la
asfixia y sanar, no por instinto de supervivencia, sino como una ofrenda de
amor”.
Lucio
Anneo Séneca, llamado Séneca el Joven para distinguirlo
de su padre, fue un filósofo,
político,
orador, escritor romano y uno de los grandes maestros del
estoicismo, cuya filosofía de vida defiende la razón, la virtud y
la tranquilidad como el camino hacia la felicidad (eudaimonia),
enfatizando vivir de acuerdo con la naturaleza y controlando las emociones para
ser imperturbable (ataraxia).
Sus principios clave son distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no,
centrarse en nuestras acciones y juicios (lo único bajo nuestro control), y
aceptar el destino con serenidad. (Google, 2025)
Esta anécdota antigua esconde una
lección vital para el mundo moderno. Sin llegar al extremo de exagerar con el
suicido (tema delicado que cada día aumenta sus cifras en el mundo), vivimos en
la era del "yo": mi carrera, mis problemas, mi salud mental, mi
destino. A menudo caemos en la trampa de creer que somos islas, que nuestras
decisiones solo nos afectan a nosotros mismos y no nos percatamos de la
influencia que podemos tener en los demás. Nos convertimos en arquitectos
emocionales de la vida de otros, conscientes o no, e impactamos en ellos más de
lo que podemos imaginar: para ti, quizás eres solo alguien que va a trabajar
cansado; pero para tu compañero, eres la única persona que le sonríe por la
mañana Para ti, tu vida puede parecer estancada; para tus padres o tus hijos,
tú eres el sol alrededor del cual giran sus planetas.
Cuando alguien me escribe de
vuelta, luego de enviar mis reflexiones semanales y dice “me cayó como anillo
al dedo”, “me hacía falta escuchar esto”, “lo necesitaba” … tal vez no he sido
consciente, hasta ese momento, de la importancia de mis palabras en los demás.
La
decisión de Séneca nos enseña que, en los momentos en que no encontramos
fuerzas para luchar por nosotros mismos, es válido —y a veces necesario—
tomarlas prestadas del amor que otros nos tienen.
Todos
somos el "padre" o el "hijo" en la historia de alguien más.
Entender esto conlleva una responsabilidad profunda. No se trata de vivir para
complacer a otros, sino de reconocer que nuestra existencia sirve de ancla para
alguien más e impacta en su destino.
Cuando
sientas que tu aporte al mundo es pequeño, recuerda al joven Séneca. Su mayor
acto de filosofía no fue escribir un libro, sino respirar una vez más porque
sabía que su padre lo necesitaba. A veces, el propósito más noble que podemos
tener es simplemente seguir estando ahí para quienes nos aman.
Feliz
día
Arnaldo García Pérez
@arnaldogarciap

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